Manejar la caja para no chocar la empresa de familia
“El problema es que todos nos sentimos con derecho a meter mano en la caja, y el descontrol genera peleas permanentes”, dice Augusto, delante de su familia, en un curso para el que me contrataron.
Por Sergio Messsing
Su mujer, Claudia, y él, son los fundadores y dueños de una empresa que fabrica y vende indumentaria para alta montaña. Empezaron hace treinta y cinco años como un complemento a la actividad comercial que tenían en San Juan, y poco a poco fueron creciendo hasta transformarse en una marca de referencia.
Tienen cuatro hijos, que nacieron y crecieron a la par de la empresa. Se criaron jugando, comiendo y durmiendo en los galpones mientras sus padres y demás personas trabajaban cortando y cosiendo, embalando y despachando. Cada uno de ellos tiene un vínculo muy afectuoso y muy particular con la empresa. Se sienten parte de ella, y la perciben como propia.
Una de las particularidades que tienen las empresas de familia, y en mayor medida las que son pequeñas o medianas, es el manejo o desmanejo del dinero que en ellas son práctica de todos los días.
Al habitual rol que juega en cualquier empresa, que permite financiar el movimiento cotidiano, las inversiones, pagarles ganancias a los dueños, etc.; en la organización familiar se agrega que es la fuente exclusiva de ingresos de la familia. Todo se paga con eso. Todo se paga de allí. Sin límites y sin distinciones.
La cultura de la familia de Claudia y Augusto tiene incorporado ese hábito. Cuando hace falta dinero para algo, allí está la caja de la empresa para proveerlo. Y es suficiente pedirlo y registrarlo.
Más allá de la definición de una política financiera equilibrada, de la gestión de los recursos, de un proyecto empresario que contemple posibilidades y necesidades financieras; la tensión entre el destino del dinero, si para la empresa o para la familia, es toda una cuestión. A veces tranquilizante, a veces no.
La etapa de fundación y desarrollo de una empresa familiar se caracteriza por la centralidad que ocupa el negocio en todos los aspectos de la vida de la familia. Es quien se lleva el tiempo, el esfuerzo, los sueños, las conversaciones y, por supuesto, casi todo el dinero. La familia vive con lo indispensable para que la empresa tenga todas las energías, los fondos, que demanda el crecimiento. Una buena proyección y planificación de las inversiones hará que estas no consuman más de la cuenta, sino que estén de acuerdo con las distintas etapas de un proyecto de desarrollo y no tanto con los entusiasmos que asaltan al emprendedor. Así la familia vivirá con lo justo, pero no tanto.
En esta etapa, la inicial, germina la cultura de la austeridad. Todos los integrantes de la familia van respirando ese viento que sopla diciendo que no le falte nada a la empresa y no se gaste lo innecesario en la familia. Después, el tiempo y cada uno dirán como se vive esa cultura en otra etapa de la empresa y la familia.
Claudia, Augusto y sus hijos siguen comportándose como lo hacían cuando la empresa era muy pequeña y todo se resolvía dentro de la informalidad. No solo porque así se les ocurrió y pudieron hacerlo, sino también porque esa manera, en ese momento, no les generó muchos problemas. Ahora, en esta etapa, con esta escala, ya no se puede porque hay procedimientos establecidos, rendiciones de cuentas que hacer, decisiones que tienen un solo responsable que las puede tomar; y el desorden provoca conflictos que impactan en las relaciones familiares y en la gestión del negocio.
El crecimiento, el pasaje a otra etapa en la vida de la empresa, generan condiciones financieras de menor restricción. El negocio creció, maneja otro volumen de fondos, requiere de otro tipo de inversiones, genera otro volumen de utilidades y, también, otro tipo de preguntas y decisiones.
La familia también creció, los chicos se hicieron más grandes, tienen sus planes personales y sus requerimientos de dinero para ellos, ven a la empresa no solo como un proveedor natural de fondos sino también como su presente o futuro inmediato en material laboral, en algunos casos, y como financiadora de los proyectos alternativos en aquellos casos en los que la empresa no es el horizonte deseado. Los padres, que la pelearon toda la vida, quieren empezar a disfrutar de lo que construyeron con el esfuerzo de años, sin descuidar su obra, la empresa. ¿Qué hacer ahora?
Si alguien lo pensó, u otro ajeno a la familia ayudó a pensarlo, y se conversó al respecto, es hora de poner a funcionar los acuerdos que se elaboraron:
- Que es lo que la empresa paga de los gastos de la familia y lo que se tiene que pagar cada uno.
- Como le paga la empresa a la familia, a los que trabajan en ella y a los que no.
- Como apoya la empresa y la familia los proyectos de aquellos integrantes que no trabajan en la empresa y quieren construir sus propios emprendimientos.
- Como se mantiene, dentro de este marco, una política de inversiones en la empresa que asegure su normal funcionamiento y genere el desarrollo necesario para financiar una familia con requerimientos en crecimiento.
Si no se hizo, es hora de hacerlo. Como ya todos son más grandes y las decisiones pueden dejar de estar centradas en el o los dueños, padre y madre, es posible, primero, generar los espacios familiares donde conversar sobre estas cosas; luego, ponerse de acuerdo en cómo se va a decidir lo que se tiene que decidir, y después, finalmente, acordar las decisiones que es necesario tomar.
Habrá diferencias, mayores o menores según cada caso. Aquí se pondrá en juego la forma en que cada uno vivió la etapa fundacional, la de las restricciones. Aparecerán los que hicieron carne la cultura de la austeridad, y los que se cansaron de aguantar la sequía porque todo se lo lleva la empresa.
Los hijos que trabajan en la empresa, y que cobran por ello, querrán, al igual que los padres, que siga el crecimiento mediante la inversión de todo lo posible. Los que no trabajan en la empresa, querrán que la empresa invierta hasta un límite que les permita recibir las ganancias que satisfagan sus necesidades y sus deseos.
Administrar esa tensión es una tarea compleja, que a veces puede requerir apoyo externo, pero que es indispensable para no impactar negativamente en la sustentabilidad empresaria ni en la conflictividad familiar.
Difícil pero no imposible. Un poco menos si se cuenta con ayuda profesional.