Difícil pero no imposible
La próxima generación en las empresas de familia
“Nosotros teníamos una idea clara respecto de cómo preparar a nuestros hijos, estábamos convencidos, pero con algunos no tuvo resultado y ahora estamos apagando incendios familiares y empresariales”, contó Claudio en la llamada telefónica en la que hizo su primer contacto con nuestra consultora. Se lo escuchaba desorientado y ansioso, percepción que se confirmó en las primeras reuniones.
Silvia y Claudio son los fundadores de una industria textil, dedicada a la fabricación y venta de ropa de trabajo, cuyo origen se remonta a veinticinco años atrás en Villa Lynch, provincia de Buenos Aires. Compitiendo con marcas de primera línea, pertenecientes a empresas corporativas, tienen un lugar de liderazgo en el mercado de segundas marcas, y una expansión permanente en su oferta de productos y canales de comercialización, donde tienen ventajas comparativas importantes.
Están en pareja desde hace treinta años y tienen seis hijos entre veintidós y veintinueve años. Cada uno de ellos ha expresado su vocación de futuro en relación con la empresa, y todos tienen pasión y dedicación por actividades personales, ya sean artísticas o deportivas, aunque en ningún caso piensan a estas como el modo de ganarse la vida. Algunos estudian carreras universitarias, otros ya las terminaron, y hay hijos sin vocación por el estudio. Dos de los seis trabajan en la empresa, otros dos no han definido si lo harán, y los dos restantes expresaron claramente que no piensan hacerlo.
Silvia y Claudio están interesados en recibir ayuda para transitar la transición generacional lo mejor posible porque siempre creyeron que hacían lo mejor para preparar a la familia para eso, y ahora se dan cuenta de que la realidad no es como ellos la esperaban. En concreto, las respuestas de sus hijos no están alineadas con las expectativas que ellos dos se formaron.
Los miembros de las generaciones antecesoras parten del supuesto de que la siguiente generación tendrá la misma pasión y dedicación por la empresa que ellos tuvieron al fundarla, o al recibirla en herencia. Cuando se encuentran con una realidad distinta, una mezcla de decepción y desorientación los invade porque, por un lado, quieren que la empresa tenga continuidad en el tiempo y, por el otro, ven que aquellos que deberían hacerse cargo del futuro no tienen la vocación o las competencia que ellos esperaban.
En los seis hijos de esta familia hay visiones diferentes y, por lo tanto, cada uno proyecta su vida con autonomía, y en cada una de ellas la empresa ocupa un lugar diferente. Esos lugares no son incompatibles, ni siquiera conflictivos, e incluso pueden llegar a ser complementarios. Para que así sea, para que la empresa tenga continuidad y la familia tenga la menor cantidad de conflictos posibles y una forma eficaz de resolverlos, es necesario que todos conozcan cuales son los posibles roles que cada hijo puede ocupar, y los derechos y obligaciones que traen aparejados.
En principio, podemos distinguir dos grupos de roles. Los que estarán fuera de la empresa, y los que estarán dentro de la misma.
Los primeros son aquellos que no quieren trabajar en la empresa, y que en el futuro ni siquiera quieren ser dueños/socios de la misma. No quieren tener nada que ver con el negocio ni, en otro momento de la vida, ser socios de sus hermanos en la propiedad. Para ellos solo queda pensar de qué forma se planificará la herencia para que reciban aquello que la ley determina que les corresponde, otros bienes que integran el patrimonio familiar que no sean las acciones o las cuotas sociales de la sociedad bajo la que operan.
Los que eligieron estar adentro, pueden hacerlo en distintas posiciones, que distinguiremos de la siguiente manera, aunque parezca demasiado esquemática:
- Los que estarán lejos: aquellos a los que solo les interesa ser socios, dueños, sin tener ninguna otra participación. Estos tendrán derecho a recibir información, participar de las asambleas o reuniones de socios, y recibir la parte que les corresponda de las utilidades que se distribuyan, cuando estas se consigan. Meros inversores a la espera de que su patrimonio les rinda una renta satisfactoria.
- Los que estarán cerca: aquellos a los que, además de ser socios, les interesa trabajar en la empresa, pero no por una marcada vocación o el deseo de cumplir sueños, sino por tener un trabajo que les permita obtener el dinero necesario para financiar sus vidas. No quieren grandes responsabilidades ni están dispuestos a hacer esfuerzos adicionales, apenas a trabajar lo imprescindible. Además de los derechos como socios ya mencionados, tendrán el de recibir la retribución que le corresponda al puesto de trabajo que ocupan, y cumplir con las normas y obligaciones propias de este. Empleados de la empresa con la particular situación que les genera su condición de familiares.
- Los que estarán arriba del barco: aquellos a los que, además de ser socios, les interesa trabajar en la empresa, y desean crecer profesionalmente con la misma y ocupar cargos de relevancia. Esperan tener en sus manos poder de decisión, y ejercerlo en beneficio de la empresa. Además de lo ya mencionado en el punto anterior, estos tendrán la obligación adicional de formarse, mostrarse preparados para ocupar los puestos que desean y obtener resultados que demuestren que están en condiciones de tener lo que ambicionan. Gerentes que deberán hacer su esfuerzo y esperar su momento.
- Los que conducirán el barco: aquellos que, además de ser socios, no solo querrán trabajar en la empresa en puestos de jerarquía, sino que además querrán se los conductores, los que marquen el rumbo. Además de lo ya mencionado en el punto anterior, estos tendrán que demostrar cualidades personales que les permitan ganarse la autoridad, tanto en la familia como en la empresa, para llegar a ocupar el lugar al que aspiran. Tendrán que trabajar en la construcción de un camino de esfuerzo y negociación permanente, en el que tendrán que poner energía, inteligencia y amor; para lograr ese lugar de liderazgo reservado para muy pocos.
Silvia y Claudio, cuando pensaron en el futuro, imaginaron un solo lugar posible, y para todos sus hijos. Los modos de sentir y pensar de cada uno los pusieron frente a una variedad de elecciones que ellos, con muchas dificultades, pueden ver y frente a las que no saben qué hacer. En principio, deben respetar esas elecciones y no forzar situaciones, de manera tal de que cada hijo pueda tomar con libertad y autonomía el lugar que quiera tener en su relación con la empresa que es propiedad de ellos. La empresa debe ser una oportunidad, una posibilidad, nunca una obligación.
Recién a partir de allí, podrán pensar en conjunto, conversar, consensuar, acordar las acciones que concreten los planes para que cada uno pueda llegar a ocupar, si puede, el lugar que eligió y para el que se tendrá que preparar. Sin apuros, sin presiones, sin angustias, sin culpas.
Difícil pero no imposible. Un poco menos si se cuenta con ayuda profesional.