Bienes en las familias, juntos pero no revueltos
El hábito de mezclar entre la familia y la empresa las cuestiones cotidianas de dinero y de patrimonio, es algo que conviene cambiar.
Por Sergio Messing
“No tienen límite para gastar. Total, paga la empresa”, contaba Carlos, dueño de una empresa distribuidora de repuestos para automotores en la que trabajan dos de sus cuatro hijos, y tres de sus once nietos; quejándose por la falta de control y la cantidad de dinero que sale de la empresa para pagar cosas de la familia.
Había llegado la factura de la telefonía móvil, y su nieta de 16 años que se había ido a Inglaterra a estudiar inglés durante un mes, había gastado $ 4.700 en celular, y como todos los de la familia, veintiocho teléfonos en total, el de ella estaba en el plan de la empresa, y allí se pagaba. Lo mismo pasaba con las patentes, los seguros del auto, y otro montón de cosas.
Situaciones menores, enojos mayores
En las familias empresarias mezclar su propia caja, su bolsillo, con la de la empresa es habitual y muy poco aconsejable porque situaciones menores que no tienen que ver con la actividad de la empresa dan origen a enojos mayores.
Por comodidad (no hacer algunas gestiones), falsa economía (ahorrarse el I.V.A.), disminución de costos impositivos (generar gastos a nombre de la empresa), aprovechamiento de ofertas (comprar autos en paquete), y muchas otras razones de escasa relevancia; las familias empresarias van tomando decisiones respecto de su patrimonio y de sus gastos que luego son fuentes de conflictos:
• Gastos como el teléfono móvil, la obra social, el combustible de los autos particulares, los consumos de restaurantes y hoteles, etc.; se facturan a nombre de la empresa y se pagan con la tarjeta de crédito a nombre de ésta.
• Bienes como los autos y los inmuebles particulares se compran y están a nombre de la empresa o de otra sociedad comercial dependiente de la misma.
• O viceversa, bienes de la empresa están a nombre de algunos miembros de la familia para eludir algunos reclamos judiciales a los que puede estar expuesta la empresa.
“Es que así nos ahorramos unos pesos en impuestos”, o “el contador me dijo que no tenía cómo justificar el dinero con el que compré la quinta”, son algunos de los argumentos que escuchamos habitualmente para justificar que los bienes no estén a nombre de su verdadero dueño, o que los gastos no los pague el que los hace.
Las cuentas claras
Aunque cueste unos pesos, separar la caja y el patrimonio de la familia del de la empresa será un ahorro de conflictos que, a la larga, es la mejor economía.
Los gastos familiares que paga la empresa mal acostumbran a la familia, que a veces gasta lo que no puede pagar; y deforma los números de la empresa porque aumentan los costos con gastos que no tienen nada que ver con la actividad.
Por otra parte los bienes familiares que están a nombre de la empresa están expuestos a situaciones originadas en la empresa (embargos, inhibiciones, etc.), que padecerán los miembros de la familia. Y la empresa quedará expuesta a reclamos por situaciones particulares de la familia (accidentes de tránsito, división de bienes en caso de divorcio). Y los bienes de la empresa que están a nombre de los miembros de la familia, requerirán de la voluntad y la disponibilidad de esas personas para determinados actos (vender, hipotecar, etc.) que son decisiones empresarias.
Difícil pero no imposible. Un poco menos si se cuenta con ayuda profesional.