Contexto económico y modelo sindical
La caída del salario por la inflación acentúa la conflictividad en los gremios. El desafío de las cúpulas para conservar el poder y la irrupción de nuevos actores. La prueba de fuego del 10 de abril.
Que las paritarias serán difíciles es una verdad de Perogrullo. Pero las negociaciones este año tendrán una particularidad. El recorte salarial de los últimos cuatro meses – inflación, devaluación y caída del crecimiento mediante-, presiona a los sindicatos a ubicarse de la vereda del frente del Gobierno, hoy más preocupado por mantener la paz social y reactivar la economía que por volver a la utopía peronista del "fifty-fifty".
Así, la alianza que otrora la mayoría de los gremios establecieron con el kirchnerismo nacional quedó desafiada. El primer síntoma ocurrió años atrás, con el pase del camionero Hugo Moyano al campo opositor. La decisión de dejar de ser un aliado estratégico no casualmente coincidió cuando el modelo económico empezó a mostrar síntomas de debilidad.
A diferencia de la crisis financiera internacional del 2008, que impactó en el ámbito doméstico con un reguero de despidos y suspensiones, esta vez el Ejecutivo cuenta con un menor margen de maniobra para contener los reclamos gremiales. Y vuelve a estar bajo examen el poder de fuego de los sindicatos y la "reactivación" que consiguieron desde el 2003. El regreso de las negociaciones paritarias y el incentivo al mercado interno propició que los trabajadores recuperarán parte del terreno perdido de la etapa menemista, y abandonaran la estrategia de la mera "supervivencia".
La resurreción se vio en los datos "duros", como el aumento de las afiliaciones sindicales, el crecimiento de los acuerdos y convenios colectivos, la creación de nuevas comisiones internas y los estallidos de conflictos en los lugares de trabajo. Muchas veces, estos últimos surgieron en oposición las conducciones sindicales y adquirieron una legitimidad de hecho, como ocurrió con la disputa entre el sindicato del Subte, que conduce Roberto Pianelli, y la Unión Tranviaria Automotor, Roberto Fernández.
La "rebeldía" gremial y la aparición de nuevos sectores combativos causa preocupación en los empresarios. En uno de sus últimos comunicados, la Unión Industrial Argentina (UIA) cuestionó algunas prácticas habituales. Entre ellas, condenó a "los bloqueos que afectan los derechos constitucionales al trabajo y a la circulación de bienes", y la falta de acatamiento de las conciliaciones obligatorias dictadas por la cartera laboral. Caso testigo fue el de esta semana con la paritaria docente bonaerense, que mantuvo en vilo a la Provincia de Buenos Aires.
"La conflictividad laboral permanece bastante alta, por la cantidad de huelgas y huelguistas. Este año fueron los docentes quienes impulsaron la bronca contra el golpe inflacionario. Conducciones oficialistas como la de Roberto Baradel (Suteba) no tuvieron más opción que salir al conflicto, lo mismo puede pasar con otros gremios. Esto fue por presión de las bases, movilizada por nuevas conducciones combativas en las seccionales", señaló a Infobae Agustín Santella, sociólogo y profesor adjunto de la materia Sociología de la acción sindical, de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
El kirchnerismo provocó también un doble movimiento en los gremios. Por un lado, de una unidad formal inicial bajo el mandato de Néstor Kirchner se pasó a la ruptura y a la escisión por arriba. El resultado arrojó la proliferación de cinco centrales sindicales: tres CGT y dos CTA, diferenciadas por su cercanía o enemistad con el Gobierno.
Por el otro, cocinó el caldo de cultivo para la aparición de nuevos actores identificados con el agrupaciones e ideas de izquierda, como el "clasismo". Algunos de ellos son la Corriente Sindical Clasista -mayoritariamente integrada por miembros del Partido Obrero-, y el Encuentro Sindical Combativo, encabezado por el metrodelegado y dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), Claudio Dellecarbonara, Rubén Pollo Sobrero, de la Unión Ferroviaria, y Carlos "Perro" Santillán, del sindicato de municipales de Jujuy, entre otros. Otro nucleamiento que adquirió relativo peso es el plenario convocado por el Sutna de la seccional San Fernando (neumático), cuyas reuniones agruparon a más de 300 representantes sindicales provenientes de diversas actividades.
Más allá del resurgir "de las bases", lo cierto es que persiste una debilidad estructural de los asalariados para afrontar un contexto económico negativo para sus intereses. El movimiento obrero nunca volvió a recuperar su capacidad de movilización de los años 70 y 80. El impacto de la reforma del Estado neoliberal -iniciada durante la última dictadura militar y concluida en el gobierno de Carlos Menem- redujo el peso del trabajo formal y registrado en la economía. La flexibilización laboral y el empleo "negro" minaron sensiblemente el poder de veto y de negociación los trabajadores.
Además, el monopolio de la personería gremial, el verticalismo y la postura negociadora de gran parte de las conducciones gremiales aparecen ante el nuevo escenario como un dique de contención de las demandas. "Todos los sindicatos oficialistas mantienen una retórica del reclamo salarial ajustado a la inflación. En los hechos acuerdan por debajo de la misma", indicó Santella.
De la misma manera opinó a este medio Maximiliano Bronzuoli, secretario ejecutivo del Sutna de San Fernando: "La burocracia se estan alineando al Gobierno para no pedir porcentajes desmesurados y de esta manera marcar un camino de aumento salarial a la baja".
El Estado en la postconvertibilidad asumió un rol central en la regulación de los conflictos laborales. Como en todo gobierno peronista, el Ejecutivo kirchnerista mantuvo una relación de cooperación con los sindicatos, que puso de manifiesto una vez más su falta de autonomía. Ello apareció inicialmente con Néstor Kirchner, cuando influyó en la reunificación de la CGT. Luego, las dirigencias gremiales fueron condicionadas a través del llamamiento a la "moderación" de sus reclamos salariales, el otorgamiento de prerrogativas y subsidios, y la transferencia de recursos para obras sociales.
Si bien la pelea contra la inflación y el parate económico se dará en cada lugar de trabajo, una de las pruebas de fuego del sindicalismo será la huelga convocada para el próximo 10 de abril por las CGT de Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, y la CTA de Pablo Micheli. Todo parece indicar que clasistas y combativos confluirán con el peronismo más tradicional. Aunque adherirán a la medida, los grupos de izquierda son críticos de estas dirigencias.
"Consideramos que el paro se tendría que haber realizado antes, como una expresión de solidaridad hacia los maestros y contra todas las políticas antiobreras que está adoptando el Gobierno", sostuvo Bronzuoli, quien aclaró que su seccional participará de las medidas, aunque no la kirchnerista secretaría general del Sutna, conducida por Pedro Wasiejko.
Y concluyó: "Estamos convocando este miércoles a una reunión de todas las comisiones internas a un paro activo este 10 de abril. No queremos hacer un paro dominguero".
Fuente. Infobae.com