Hilos de seda para sostener a los pobladores en el campo
Entre Ataliva y Lehmann, un proyecto del director de la Escuela Rural 199 General San Martín aspira a darle a las familias una herramienta económica para evitar la migración. Trabajan junto al INTA Rafaela y al Centro de Investigaciones Entomológicas de Misiones. Buscan financiación de la Unión Europea para desarrollar un polo sericícola en la región.
Se sabe que el despoblamiento es una de las principales amenazas para las comunidades del interior productivo. En la cuenca lechera santafesina el fenómeno se palpa claramente a medida que el cierre de tambos redunda en la disminución de alumnos en las escuelas rurales. Frente a este proceso en las comunidades educativas tratan de buscar alternativas que estimulen el arraigo o al menos ralentice las migraciones.
Entre Ataliva y Lehmann, en el departamento Castellanos, la casi centenaria Escuela N°199 General San Martín es escenario de estos intentos por preservar la ruralidad. Andrés Tonón es toda la dotación del establecimiento: director, maestro, portero, personal de mantenimiento. Viendo cómo las familias tamberas aceleraban el éxodo intentó varias maneras de ayudarlos a quedarse. Desde lo tradicional, como la cría de pollos, hasta lo novedoso: capacitar a pobladores en la producción de gusanos de seda para complementar los ingresos familiares. Así nació el proyecto “Enhebrando Capullos”, que de a poco empieza a crecer y aspira a generar un polo sericícola con ayuda de organismos internacionales.
Económico y social
Aunque es el único personal de la escuela, Tonón no está solo. Lo acompaña el reconocido entomólogo de INTA Rafaela Jorge Frana, quien al conocer la idea del maestro rural de inmediato se puso a disposición y juntos avanzan en la evolución hacia una actividad comercial de lo que en primera instancia surgió con fines meramente didácticos. Así, en diciembre recibieron al Jefe de Laboratorio de Seda del INTI, Hugo Enciso, con quien realizaron un taller al que asistieron unas 20 personas vinculadas a la escuela. La jornada fue intensa y completa: el especialista los capacitó en el procesamiento (hilado, devanado) de los capullos y juntos trabajaron en un proyecto para presentar ante el Fondo de Apoyo a la Sericicultura con el objetivo de lograr un aporte de hasta 40.000 euros de la Unión Europea para impulsar un polo productivo zonal.
“La idea es ver si se pueden mejorar las condiciones de la gente para que se queden en el campo”, sintetizó Tonón. En su escuela, que tiene 90 años cumplidos, de los 23 alumnos que hubo en 2018 sólo quedaron 7 a fines de 2019. Son hijos de puesteros, de tractoristas o tamberos que migran junto a sus padres ante la falta de estímulos económicos o el cierre de establecimientos. “Hay 10 taperas en 6 kilómetros a la redonda”, lamentó. Con la producción de seda se propone ofrecer a las mujeres de esas familias una actividad que las conecte entre sí (la soledad también es un problema) y les genere un ingreso extra. Del mismo modo se imagina que podría servir para que muchos jóvenes continúen sus estudios secundarios, hoy limitados por la falta de recursos.
Coordinadores. El taller en la escuela estuvo orientado por el ingeniero Jorge Frana (INTA Rafaela), Andrés Tonón director del establecimiento y Hugo Enciso de INTI, quien capacitó a los presentes.
Cómo se hace
La cría de Bombyx mori (nombre científico de los gusanos de seda) tiene algunas características que podrían resultar ventajosas. En primer lugar es estacional y requiere una dedicación relativamente menor: el ciclo de los insectos, durante el cual hay que suministrarles alimento, dura entre 45 y 60 días. Por otra parte sería muy útil la disponibilidad de terrenos para armar las plantaciones de mora que suministren la comida, ya que sólo se alimentan de esta especie.
El sistema a su vez es circular: primero se alimenta a los gusanos en las distintas fases, hasta que hacen el capullo. Del stock total de capullos una parte se destina al hilado (implica sacrificar el insecto que se desarrolla en su interior) y otra se preserva para que nazcan las mariposas y pongan los huevos que servirán para la producción del ciclo siguiente. Como todo está supeditado a la disponibilidad de hojas de mora, los huevos que se obtienen al final del ciclo se conservan en la heladera hasta que en la primavera los árboles vuelven a producir hojas; entonces se ponen a temperatura ambiente para que eclosionen e inicien un nuevo proceso productivo.
La “unidad productiva” se denomina “telaino” y consta de unos 20.000 gusanos, aunque el cálculo de Tonón es que se necesitan dos para obtener un ingreso de $ 50.000 a $ 60.000 anuales. Para sostener esta escala se precisa alrededor de una hectárea sembrada con árboles de mora. La plantación debe realizarse de manera tal que sea de fácil manejo para el criador: se pone una planta cada 50 centímetros sobre líneos con un metro de separación. Y “no tienen que crecer muy alto para que las hojas estén al alcance”, aclaró. Se admite un máximo 1,5 metros para poder manipularlas. Así “se cortan las ramas para ponerlas directamente sobre las camas”. La idea es aprovechar todo terreno disponible, desde la hectárea que tradicionalmente se dejaba alrededor de las viviendas rurales que hoy son tapera, hasta terrenos del ferrocarril o caminos perdidos.
Los parámetros teóricos de productividad indican que una hectárea de mora puede producir 23.400 kilogramos de hojas, suficientes para abastecer 6 telainos que (en conjunto) producirían 1.080 kilos de capullos frescos o 432 kilos de capullos secos. De allí saldrían 144 kilos de “madeja cruda” y 45 kilos de “hilo schappe”.
El paso siguiente, la comercialización de la cosecha, se concertaría con el Centro de la Seda de Misiones (Centro de Investigaciones Entomológicas de Misiones, CIE), institución que los capacita y asesora en materia productiva y de proyecto. Los precios que se manejan son: u$ s 300 el kilo de madeja cruda schappe; mientras el hilo de seda de primera calidad se paga u$ s 30 el kilo en Brasil o € 17 los 100 gramos en España.
Etapa final. Entre 45 y 60 días tardan los gusano en cumplir el ciclo y comenzar a tejer los capullos.
Paso a paso
La iniciativa avanza de a poco. Los primeros en sumarse se iniciaron con 1000/2000 gusanos por familia para aprender sobre el manejo con una escala posible de administrar. Hoy son cuatro emprendimientos los que están en marcha: tres familias más la escuela.
Se trata de la fase de formación en la que los más exitosos llegaron a manejar 5000 gusanos. “Pero el crecimiento es exponencial, porque cada mariposa pone 700 huevos; el 50% nace, todos hacen capullo y la mitad se destina a experimentación”, indicó Tonón.
La seda, además de ser una fibra natural de características muy apreciadas en la industria textil, también tiene otros usos que incluyen la industria cosmética y farmacéutica, la elaboración de bijouterie y hasta la confección de chalecos anti balas.
Durante el taller con Enciso, por ejemplo, aprendieron a elaborar “schappe”, una seda que se produce con capullos de segunda (de menos de 2 gramos, dobles, reformados, manchados, etc.), de la que se obtiene una madeja y se devana con rueda o huso. “La madeja en bruto tiene un valor económico alto”, afirmó Tonón. El proceso se inicia con un “curado” donde se separa la sericina que se usa luego en cosmética.
El futuro de la idea también se trabajó en el taller, con la elaboración de tres proyectos para presentar ante la Unión Europea: uno para la Comuna de Ataliva, otro para la de Lehman y un tercero para un centro demostrativo con sedes en escuelas rurales (Ataliva y colonia Raquel).