Mirar después de la pandemia
“Ya volverá todo a la normalidad, es solo una cuestión de tiempo”, me dijo Oscar, un cliente con el que estamos trabajando de manera remota, en estos tiempos de anomalía. Es extraño verlo sin estar enfrente. Es novedoso hablar con una pantalla. Es así.
Por Mg. Sergio Messing
Oscar es dueño de una distribuidora mayorista de materiales para la construcción que está radicada en un pueblo del interior de la provincia de Córdoba, y desde allí abastece a toda una red de corralones del noroeste del país. Él tiene setenta y cinco años y fundó la empresa hace cuarenta. Enviudó hace tres años.
Su hija mayor, Karina, tiene cincuenta años y trabaja con Oscar como responsable del área de abastecimiento. Ella está a cargo de las compras y los depósitos. Es quien debe asegurar que haya lo que hay que vender. Tiene dos hijos, el mayor de veintiocho años que trabaja en el área comercial de la empresa, y la menor de veintidós que juega al voleibol en Europa.
Su hijo menor, Mauricio, tiene cuarenta y ocho años y es el responsable financiero de la empresa. Está a cargo del dinero. Tiene una hija de veinte años que estudia diseño industrial en la Universidad de Córdoba.
A ellos, a estos que son ahora, como a todos nosotros, los sorprendió la pandemia y, desde que se instaló esta anomalía en nuestras vidas, él repite la frase del primer párrafo. Está convencido de que todo volverá a ser como entonces.
Y parece que no será así. No sabemos, nadie sabe, como será. Aunque hay muchos indicios de que aquella normalidad no volverá a ser como la conocimos. Ni para Oscar, ni para nadie.
Y eso, es probable, nos impone hacernos una pregunta a todos, a las familias empresarias, a los profesionales que trabajamos con ellas, respecto de hasta donde seguirá vigente lo que sabemos, y lo que sabemos hacer, cuando haya pasado la pandemia. De eso intenté hablar con Oscar.
Por de pronto, volvamos a trabajar, en la medida que las normas lo vayan permitiendo, como sabemos hacerlo, sabiendo que teoría y práctica pueden no ser las que hacen falta para lo que se avecina, y que en paralelo a este hacer diario tendremos que desarrollar y diseñar lo nuevo.
Oscar está dentro de la población de riesgo, tanto por su edad como por su salud. Se pasa el día hablando por teléfono y reniega bastante cuando tiene usar la computadora para acceder a la información que antes le llevaban al escritorio, o tiene que “reunirse” con su gente a través de Zoom o de Skype, aplicaciones que su nieta universitaria le enseña y lo asiste para usar.
Su situación presenta un doble riesgo
El primero es que ni él ni nadie sabe cuándo podrá volver a trabajar en su oficina, en su escritorio, como lo hacía antes. El segundo es que, si se contagia, está expuesto a la posibilidad de morir. Oscar no acusa ninguno de los dos golpes, porque él está convencido de que la vieja normalidad volverá en algún momento. Aunque esa es la realidad, su familia es consciente de la situación y no sabe cómo manejarlo.
Como en otros temas, la familia empresaria tiene que tener delicadeza y firmeza para poner arriba de la mesa las cuestiones que tiene que conversar para que la empresa tenga futuro, si es lo que quieren. Delicadeza para tratar con respeto, comprensión y amor a Oscar, y firmeza para no dejar que él haga la gambeta y pateé todo para adelante.
Muchos de los familiares que están hoy en los puestos de dirección y mayor responsabilidad de gestión en las empresas están dentro de la población de riesgo, con las limitaciones y las amenazas que eso implica. Es impostergable que las familias empresarias empiecen lo antes posible a trabajar sobre un plan de sucesión que asegure la cobertura de esos puestos, y en un plan de contingencia para el caso de un fallecimiento.
Vivimos una situación de anormalidad que no sabemos hasta cuando se extenderá. Para las empresas esto instala un signo de interrogación respecto de las personas que trabajan en ellas, sus mercados, sus finanzas, sus procesos productivos y comerciales, sus cadenas de aprovisionamiento, etc. Para las familias empresarias, a esta incertidumbre se agregan otras, en particular aquellas vinculadas a cuáles serán las competencias empresarias que el modelo de negocios que emerja después de la pandemia exigirá para conducirlas.
La empresa de Oscar demandará para su conducción futura competencias que él no tiene. Tampoco sabemos si las tienen sus hijos, porque aún no sabemos de qué competencias se trata. Pero no hay que perder de vista, no dejar de considerar, que algunas de esas características pueden estar en la generación de los nietos.
Entonces, así como trabajar en la diaria en tratar de atravesar la crisis lo menos dañados posible, también hay que ponerse a construir futuro, haciendo los planes con aquellos que deseen ser incluidos en ellos. Y los nietos de Oscar no van a sentirse convocados por una promesa, sino que se acercarán, si se acercan, a una invitación a construir juntos, a un proyecto empresario del que formen parte y que tenga, en parte, representación de su identidad.
Para que los miembros de las generaciones sucesoras encuentren un cauce para su vocación en la empresa de la familia, esta tendrá que ser una propuesta que les despierte interés. La empresa tendrá que comprometerse con ellos, más que ellos con la empresa, porque si no buscarán otros horizontes.
La pandemia aceleró procesos
Como la sucesión, que antes permitían etapas de transición más prolongadas, y que ahora demandará mayor intensidad, mayor coraje, mayor profesionalidad. Hay que sentarse, todos, los que dejarán su lugar y los que lo ocuparán, planificar cada etapa del traspaso y ponerse manos a la obra, antes de que la empresa del futuro los sorprenda sin preparación. Mirar a cinco años con un ojo y en el día a día con el otro.
La tentación de volver al pasado, como si no hubiese pasado nada, es tan fuerte como peligrosa. No hay posibilidades de que las cosas vuelvan a ser como fueron. El mundo, y el mundo de los negocios dentro de él, está en redefinición. Veremos que sale de allí, pero no podemos estar desatentos, mirando hacia atrás. Es tarea de la familia empresaria construir el futuro de su empresa, y nadie mejor que ella para hacerlo.
Y si vamos a mirar hacia el futuro, quienes no pueden faltar en esa tarea son aquellos que van a tomar las decisiones en el futuro. Oscar tiene a sus hijos y a sus nietos. Los actores que estarán arriba del escenario en el futuro son sus hijos y sus nietos, no él, y ellos no pueden faltar, no pueden estar ausentes, en la tarea de pensar ese futuro. ¿Una chica de veinte años? Si, una chica de veinte años. Hagámosles lugar, escuchémoslos, tiene mucho para decir.
Difícil pero no imposible. Un poco menos si se cuenta con ayuda profesional.