Empresa familiar ¿Cuándo acordar lo que hay que acordar?
A la espera del mejor momento, las familias tienden a postergar las conversaciones para construir y formalizar los acuerdos que regulen la relación con la empresa, y a veces comienzan cuando ya es tarde
Por Sergio Messing
“Yo estoy bien y sano, y los chicos se llevan de primera. No nos hace falta todavía”, me respondió Oscar, único dueño de una industria metalúrgica del Gran Buenos Aires que él fundó hace 35 años, en una conversación informal que tuvimos.
Él trabaja junto a su hija, y sus dos hijos, que tienen entre 35 y 45 años. El mayor de sus nietos tiene 20 años y por el momento no saben si será su deseo trabajar en la empresa de la familia.
“A nosotros nos falta mucho para eso”, dijeron Carlos y Marina, dueños de una cadena de comercios de alimentos en Mendoza. Los dos tienen 45 años y continúan el negocio del padre de Carlos, que es hijo único. Tienen 4 hijos y el mayor tiene 15 años de edad.
La ponderación de la necesidad de construir las reglas de juego de la convivencia entre la familia y la empresa está habitualmente condicionada por dos ideas que a las que hay que interrogar:
• Que ponerse de acuerdo les va a resultar fácil y rápido.
• Que los acuerdos hay que construirlos si existen divergencias que evidencien su necesidad.
• Que afrontar las discusiones para construir esos acuerdos puede ser una fuente de conflictos que es preferible evitar.
Demorar esas conversaciones es un modo de ocultar el temor a hablar sobre lo que hay que acordar, y una forma de no asumir que el tiempo pasa para todos.
Para ayudar a la reflexión de todos los familiares, sugerimos que el mejor momento para construir y formalizar los acuerdos es:
• Antes de que haya surgido desacuerdos o conflictos que privilegien los intereses personales por sobre los intereses comunes. Acordar en tiempos de paz.
• Mientras los miembros de la generación mayor gozan de buena salud y están en condiciones de participar plenamente en el proceso.
• Cuando los miembros de la generación sucesora aún no han tenido hijos.
Los desacuerdos van a aparecer inevitablemente, y si las reglas de juego están claras, cuando ello ocurra tendrán una herramienta para resolverlos. La definición de esas reglas tiene un responsable y un protagonista importante, el padre / fundador, que es quien siempre ha operado como árbitro cuando las divergencias aparecieron.
Cuanto antes las familias empresarias empiecen a ponerse de acuerdo, mayor será la posibilidad de que cada uno de sus miembros exprese sus deseos y opiniones, y así construir un futuro que los contenga a todos, reduciendo la posibilidad de conflictos.
No es necesario hablar todo de una vez, ni construir acuerdos para siempre. Estos pueden ser parciales, y ser revisados y ampliados periódicamente.
Lo fundamental es vencer el temor, romper la inercia, e iniciar un proceso que permita avanzar a través del tiempo con pequeños logros que al final se transformen en un acuerdo sólido y profundo, con el que todos los familiares estén comprometidos.
Sentarse y acordar lo que se pueda. Ponerlo por escrito y firmarlo. Dejar pasar un tiempo, ni poco ni mucho. 3 años es una buena medida. Volver a sentarse y revisar lo acordado, avanzar sobre otros aspectos no conversados. Sentirse en movimiento y avanzando. Una vez, dos, tres; hasta tener un acuerdo completo y fruto de un trabajo que todos sientan como propio.
Parece complejo, y lo es. Un poco menos si se busca ayuda.